La Moqueta Verde


El nuevo Lehendakari según el Euskobarómetro

Según el último Euskobarómetro, la tendencia al alza del PSE sitúa a Patxi López a un paso de Ajuria Enea. El barómetro vasco pronostica una victoria del PNV en número de votos, pero no en escaños. En efecto, los socialistas están hoy en condiciones para disputar a los nacionalistas la primera posición en número de diputados, posibilidad que no ocurría desde hace más de dos décadas. Las conclusiones del informe del nuevo barómetro vasco son contundentes: "La alternancia es muy probable, aunque no se haya hecho visible todavía en la población, con posibilidades claras para el PSE-EE de formar gobierno con Patxi López como lehendakari".



No obstante, los cálculos de Euskobarometro son altamente sensibles a la estrategia que siga Batasuna y a cómo responda su electorado. Los responsables del barómetro parecen apostar por un escenario en el que la izquierda abertzale quedará excluida de las elecciones y sus líderes pedirán a sus seguidores que opten por la abstención. Por ahora, Batasuna está decidida a concurrir a las elecciones de una forma u otra. Otra cosa es que consigan hacerlo. Si al final quedan excluidos de la contienda, lo más probable es que su respuesta sea, como en otras ocasiones, pedir a sus fieles que se abstengan. Pero aunque que éste sea el escenario más probable, cabe preguntarse si realmente sus seguidores seguirán tan leales a las instrucciones de los líderes de Batasuna como lo han sido en el pasado. En esta ocasión, es probable que, en el último momento, muchos abertzales decidan no quedarse cruzados de brazos viendo como un "constitucionalista" ocupa la Lehendakaritza y acaben acudiendo a las urnas.

El escenario que parece estar detrás de las estimaciones del Euskobarómetro beneficia mucho al PSE de Patxi López, pues le garantizaría que un buen puñado de votos nacionalistas (entre el 4 y el 12 por ciento del electorado según la provincia) quede excluido del reparto de escaños. Pero, una ilegalización de la izquierda aberzale no sería tan beneficiosa para el PSE si los seguidores de Batasuna se comportan de manera estratégica y acaban votando a algún partido del actual tripartito vasco.

Por este motivo, los socialistas vacos deberían tomarse con cautela las últimas estimaciones ofrecidas por el Euskobarómetro. Es cierto que parecen estar más cerca que nunca de conseguir Ajuria Enea, pero la izquierda abertzale puede aún dar sorpresas de última hora.

Lluis, adn.es

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¿Cuánto gusta la Navidad?

Estos días oigo a mucha gente (sobretodo gente joven) quejarse de las fiestas navideñas: que si demasiada comida, que si marrones familiares, que si compras inútiles, que si fiestas multitudinarias, y similar. En una encuesta del CIS, del 2004, se preguntó a los españoles sobre sus sentimientos y comportamientos ante la Navidad. La encuesta se llevó a cabo entre el 15 y el 20 de diciembre, es decir, en plena vigilia de las fiestas navideñas. Con una sencilla exploración descriptiva de los datos podemos comprobar si este tipo de opiniones (negativas) son frecuentes entre los españoles.

La matriz de datos no está todavía disponible en abierto desde la web del CIS (aunque, gracias a la nueva política de esta institución, lo estarán pronto), pero sí los marginales de las respuestas. Os muestro aquí abajo algunos datos interesantes, que indican que, en general, a los españoles sí les gusta la Navidad en sus diferentes dimensiones, aunque para algunos es momento de tristeza y melancolía. La connotación religiosa de la Navidad es más o menos minoritaria, aunque menos de lo que podríamos esperar; la dimensión familiar de estas fiestas es obvia y contundente. En términos económicos, la Navidad no se consideraba especialmente problemática en 2004; cabría ver qué resultados se obtendrían en este 2008 donde el pesimismo económico parece haber impregnado amplias capas de la sociedad

En un primer gráfico podemos ver la proporción de gente que dice que la Navidad le despierta alguno de los sentimientos listados:



En la tabla siguiente, podemos ver la distribución de respuestas a la pregunta “Hasta qué punto asocia usted las fiestas Navideñas?”, en relación a distintos ítems. Se comprueba que prácticamente un 50% de los entrevistados consideran la Navidad una fiesta con significado religioso. Una mayoría de aproximadamente el 88% la consideran una fiesta familiar y una mayoría de más del 90% la asocia a días de ilusión para los niños.





Finalmente, en el gráfico siguiente, podemos ver la distribución de respuestas a la pregunta “qué es lo que le gusta más de la Navidad?”, en porcentaje de respuestas. Es especialmente curioso ver que una mayoría de españoles (el 55%) responde las reuniones con la familia. En otras palabras, lo de ir a casa de los suegros no desagrada tanto...



En general, pues, parece que la Navidad gusta a la gente, y que tiene más componentes positivos que negativos -para una mayoría de la ciudadanía. De nuevo, estaría muy bien disponer de datos similares para este año, para comprobar si las perspectivas de crisis estan de algún modo mermando la ilusión navideña, siempre tan acompañada de esfuerzos económicos.

De cualquier modo, y con mucho cariño, desde La Moqueta no queremos dejar de desearos unas felices fiestas.

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Una razón no económica para jugar a la lotería

Es bien sabido que, a excepción del gobierno, la inmensa mayoría de los españoles nunca conseguirán hacerse ricos con la lotería. Desde una lógica económica, no hay duda de que gastar en lotería representa un negocio ruinoso que no recomendaría ningún inversor racional. Sin embargo, este hecho no parece desanimar a los españoles a probar suerte. Las encuestas demoscópicas confirman que un volumen considerable de ciudadanos de nuestro país decide gastarse regularmente unos cuantos euros en lotería. En concreto, la proporción de españoles que juegan habitualmente a este juego de azar es de un 57 por ciento, un porcentaje muy superior a la de otros países como Alemania, Estados Unidos o el Reino Unido.
¿Por qué los españoles jugamos a la lotería? ¿Por qué nuestra afición es mayor que en otros países? Según las investigaciones de Roberto Garvía*, profesor de sociología de la Universidad Carlos III, parte de la explicación es que los españoles compramos lotería por motivos más allá de lo estrictamente económico. En realidad, los españoles no sólo vemos la lotería como una vía para entrar en el club de los muy ricos sino también como una forma de relacionarnos y fortalecer nuestros vínculos sociales con nuestros compañeros de trabajo, amigos o familiares. En efecto, son muchos los españoles que no conciben la lotería como una actividad individual, sino como un acto social. En estas fechas, cuando los españoles compran participaciones de la Lotería de Navidad de su empresa o de su bar o peluquería habitual, lo hacen también como una forma de participar en una actividad de grupo que refuerza los lazos y la confianza entre sus miembros.

Esta tendencia a usar la lotería como un acto social parece estar mucho más extendida en España que en otros países. Según los datos ofrecidos por el profesor Garvía, alrededor de un 32 por ciento de los españoles suelen compartir la lotería con compañeros o familiares, un porcentaje muy superior a otros países como Alemania o Estados Unidos, donde éste apenas alcanza el 10 por ciento. La costumbre de jugar en compañía es especialmente extendida en estas fechas, cuando tres de cada cuatro españoles compartimos nuestro número de la Lotería de Navidad con otras personas. Según Roberto Garvía, esta faceta social de la lotería es precisamente lo que explicaría por qué ésta goza de más adeptos en España que en otros países y por qué sus ventas no han caído a pesar del intenso crecimiento económico que ha vivido nuestro país durante las últimas décadas.
Los orígenes de la lotería como un acto social
La costumbre de compartir un billete de lotería se extiende especialmente durante la segunda mitad del siglo XIX, cuando las loterías de España y de otros países incrementaron sustancialmente su precio para acabar con el vicio al juego entre las clases más pobres. Con ello, se intentaba dar respuesta a las frecuentes críticas de la época sobre las preocupantes consecuencias que tenía este juego entre las capas menos pudientes. En particular, se acusaba a los gobiernos de usar la lotería como una fuente de ingresos a costa del aumento de la pobreza, el crimen e incluso de actitudes blasfemias y supersticiosas. En consecuencia, el precio de la lotería en España subió sustancialmente en 1862: si la vieja lotto costaba un real, el precio de la nueva Lotería Nacional era de, como mínimo, cuatro reales.
Sin embargo, el alza de precios no impidió que los más pobres siguieran jugando a la lotería. Si éstos no podían pagar un boleto entero, lo harían repartiendo su coste con sus compañeros. Según el profesor Garvía, la imposibilidad de muchos ciudadanos de poder jugar individualmente debido al elevado precio de la nueva lotería fomentó en muy poco tiempo que se jugara de forma colectiva. Aunque en un principio los motivos de jugar en compañía eran esencialmente económicos, esta práctica rápidamente se extendió entre las clases más pudientes, que no tenían ninguna necesidad económica de repartir el coste del billete. De esta forma, el juego en grupo se convirtió en un acto social, más allá de lo estrictamente económico.
Al igual que en el siglo XIX, muchos españoles siguen hoy compartiendo sus billetes de lotería con compañeros, amigos o familiares. Y, según Roberto Garvía, es precisamente la vigencia de esta práctica una de las causas de la buena salud de la lotería en nuestro país. Mientras el interés por la lotería decrece en otros países, en España sigue consolidándose como la más exitosa del mundo.
* Fuente: Garvía, Roberto (2007) Syndication, Institutionalization, and Lottery Play. American Journal of Sociology, volumen 113, número 3, páginas 603-52

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El peligro de la (in)movilidad social

En tiempos de paz, cada generación se hace un poco más rica que la generación de sus padres, debido a la tendencia general de crecimiento de todas las economías. Y esto es especialmente cierto en períodos intensos de desarrollo como los que vivió nuestro país desde 1950 a la actualidad. Pero mucha gente tendrá la sensación de que, aunque todo cambie en términos de riqueza general, nada cambió realmente en términos de quién es el jefe y quién el empleado.

Sabíamos que existen países (Dinamarca) donde el hecho de nacer en una familia pobre no te condena a serlo el resto de tu vida, pues en tu camino se te abrirán muchas oportunidades de estudiar y progresar. Y que también, de modo opuesto, existen países (Estados Unidos) donde la movilidad social es más bien escasa, pese al mito existente de que con esfuerzo y talento uno puede pasar de botones a presidente de la empresa. El peso de los contactos, de con quién te tocó estudiar en clase, de si el lenguaje adquirido en tu barrio difiere mucho del de la clase adinerada: este tipo de cuestiones influyen decisivamente en las posibilidades de movilidad ascendente de los estudiantes brillantes de origen humilde.

En la tabla inferior, podemos ver como la movilidad social difiere mucho entre los países avanzados, tanto por razones culturales como por el nivel de desarrollo del Estado de bienestar. España es un país de movilidad intermedia, situada entre Francia y Alemania, pero lejos del paraíso escandinavo de la igualdad de oportunidades. Y la comparación más extrema existe entre los países anglosajones, donde las probabilidades de nacer en una familia pobre (o rico) y seguir siéndolo toda la vida son muy elevadas, y los países escandinavos y Canadá, donde existe mucha más movilidad social.

Pero como apunta Ezra Klein, existen estudios mucho más preocupantes. Éstos señalan que, si bien es cierto que cada nueva generación es más rica que la anterior, la riqueza se está repartiendo cada vez más desigualmente. Así los hijos de las familias más ricas incrementan su riqueza en un 52% respecto a sus padres, mientras que la prole de las familias más humildes solo consigue un incremento del 18%. En el largo plazo, esta diferencia aumenta rápidamente la desigualdad social y la distancia entre ricos y pobres.

Existen múltiples explicaciones para este fenómeno, pero la principal tiene que ver con la transición de nuestras economías desde un modelo industrial al post-industrialismo donde las operaciones y acceso al mercado financiero y bursátil rinden mucho más que el fruto del trabajo en la fábrica o la oficina.

Y como apunta en tono pesimista David Leonhart, el secreto de la movilidad social no consiste tan siquiera en que "una persona excepcionalmente talentosa se aprovechara de las oportunidades que fue encontrando", sino que "una persona con talento encontró oportunidades excepcionales". Por eso es importante que los gobiernos desarrollen las políticas públicas adecuadas para que los estudiantes con talento y ganas de trabajar encuentren frecuentemente esas oportunidades que les recompensen por su gran esfuerzo.

Canadá o Dinamarca son un ejemplo de que es posible. Estados Unidos, no.

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La crisis como una oportunidad

Normalmente, se suele afirmar que la popularidad del gobierno está estrechamente ligada a la salud de la economía. Cuando las condiciones económicas son buenas, los ciudadanos suelen apoyar a sus gobernantes y cuando éstas se vuelven adversas el apoyo al gobierno también se deteriora. Sin embargo, la actual crisis parece algo distinta: no todos los gobiernos europeos han visto a sus opiniones públicas darles la espalda. En realidad, la crisis ha ofrecido a los estadistas más hábiles una excepcional oportunidad para obtener réditos políticos de ella. Las principales economías mundiales no han reparado en gastos para escenificar una respuesta coordinada a un problema que, según se nos ha presentado, parece haber caído del mismísimo cielo. Con flamantes cumbres y numerosas declaraciones y fotos conjuntas, los gobernantes han transmitido a sus respectivos electorados que la crisis no deriva de la mala gestión de sus gobiernos sino de causas fuera de su control. Ante este escenario, los ciudadanos no han juzgado a sus gobernantes por los pésimos resultados económicos de los últimos meses sino por su capacidad de reacción. Vean dos ejemplos opuestos.

Un hábil Gordon Brown…
Gordon Brown encarna el líder que ha sabido reaccionar de forma acertada. La crisis parece haber ayudado al primer ministro británico a salir del profundísimo coma político en el que se encontraba. Poco importa que Brown haya sido responsable de las finanzas británicas durante la última década. Su mayor celeridad y acierto en comparación con sus homólogos europeos y americanos a la hora de rescatar sus entidades financieras, le ha valido tanto el reconocimiento internacional como el de dentro de su país. Desde entonces Brown ha conseguido reflotar su popularidad: si en abril de este año sólo un 17 por ciento de los británicos aprobaba la tarea de Gordon Brown frente al gobierno, en la actualidad este porcentaje ha ascendido hasta el 41 por ciento (datos de YouGov). Su reacción ante la crisis le ha servido para reducir la enorme ventaja de la que gozaban los conservadores, quienes han visto como ésta se reducía de 28 puntos en verano a apenas 3 puntos en la actualidad (datos de Ipsos-Mori).

… y un Zapatero poco acertado
En la otra cara de la moneda encontramos a nuestro presidente del gobierno. Su inicial obstinación por negar las dificultades económicas de nuestro país le ha obligado a ir a remolque de la situación. Su liderazgo se ha visto resentido y ha agotado la extraordinaria reputación de su vice-presidente económico, Pedro Solbes. Así, en los últimos meses la popularidad del gobierno de Zapatero ha seguido una tendencia inversa a la de su homólogo británico. Si bien antes del verano gozaba de en torno al 35 por ciento de españoles satisfechos con su gobierno, en octubre este porcentaje apenas alcanzaba el 20 por ciento. Además, según las estimaciones del CIS, en los pocos meses que lleva de legislatura, el PSOE parece haber perdido por completo su ventaja sobre el PP en intención de voto.

Así, la actual crisis ha representado un inesperado examen para evaluar la capacidad de reacción de los políticos de diferentes lares. En esta ocasión, Zapatero no ha obtenido buena nota, pero la legislatura es aún muy joven.



Lluis- Adn.es

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