La Moqueta Verde


Nou Barris

El domingo en El País Semanal se podía encontrar un largo reportaje. El sugerente título, "El prodigio de Nou Barris", se acompañaba de diversas fotos y un magnífico texto del escritor gallego Manuel Rivas, donde se descubría al mundo algo que confirma el pequeño orgullo que albergo, como decía Baudelaire, por mi patria: mi infancia.

Cuando yo era pequeño los tranvías todavía corrían por las grandes avenidas, pero las calles no estaban asfaltadas. Personajes como el Lute o el Vaquilla se convertían en antihéroes, pues procedían del mismo extracto social, mano de obra barata inmigrada, que poblaba Nou Barris y otros barrios del cinturón rojo, y a la vez su crimen se concentraba en bancos y otras instituciones del poder tardofranquista. Los niños jugaban en la calle a juegos imaginarios, y la gente se afanaba a saltar al televisor de color antes de que empezara el mundial del 1982. La densidad de escuelas primarias, no por distrito, sino por barrio, era enorme: la generación del baby-boom había creado unas demandas educativas enormes para entonces.

En ese entorno, los movimientos vecinales de la década de los setenta se habían medio disuelto con la llegada del socialismo al poder. Muchas de sus élites conformaron el poder municipal y provincial. El mayor líder vecinal de Nou Barris sería durante muchos años el teniente-alcalde de Maragall. Como cuenta Manuel Rivas, el agrupacionismo vecinal, muy intenso en Nou Barris, había subyugado, una y otra vez, al poder municipal y al gobierno civil, imponíendoles la extensión de los servicios públicos y la mejora de las condiciones de vida, en una suerte de presión desde abajo nada institucionalizada. Pero con mucho éxito.

Pero como se lee en la tesis de Wallizer (2003), no todo el movimiento vecinal se descompondría durante la democracia. Incluso con el paso de los años se transformaría en nuevas formas de asociacionismo más, digamos, "modernas". Cuando las cuestiones básicas (sanidad, alcantarillado, vivienda) se habían resuelto, las nuevas generaciones transformaron sus demandas en actividades culturales y vida urbana. Tal vez menos reivindicativas para con el centro, pero esa independencia les permitió llegar a acuerdos dinámicos con los sucesivos gobiernos tricolor del ayuntamiento.

Y mientras en Nou Barris, al igual que en otros barrios modestos, los socialistas aplicaron las pork-barrel politics de manual para mantener sus electorados (ampliando avenidas, construyendo centros de profesionalización y nuevas tecnologías, aplicando diseño al urbanismo), la sinergia con las entidades barriales crearon un lugar más que digno para vivir, e incluso un orgullo de pertenencia.

La ausencia de problemas de integración con la nueva inmigración, que ya supera el 30% de la población en algunas secciones, subraya como la ausencia de grievances pendientes de los vecinos con el ayuntamiento no se transformaron luego en xenofobia. Incluso ha sido un lugar pionero en convertir a Latin Kings y Ñetas en organizaciones juveniles no violentas. Esto contrasta bastante con lo que está sucediendo en otras partes hoy.

Dejando aparte que obviamente recomiendo leer el reportaje de Rivas, creo que el de Nou Barris es un modelo de urbanismo descentralizado e integración que convendría seguir de cerca.

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