La política norteamericana está repleta de escándalos sexuales. Empezando por el escándalo Clinton-Lewinsky, que casi cuesta la presidencia a Bill -y ahora es inevitablemente una carta en contra de la nominación de Hillary-, seguido por los encuentros homosexuales del senador republicano Larry Craig y acabando, a día de ayer, por la presunta implicación del gobernador del Estado de Nueva York, Eliot Sptizer, en una red de prostitución de lujo, de la que habría utilizado sus servicios en varias ocasiones.
El caso Spitzer conlleva consideraciones de tipo legal, político y moral. El gobernador no puede ser penalizado legalmente por haber "consumido" los servicios de la red de prostitución, pero sí por haber camuflado los gastos que iban asociados a este consumo. Esto lleva a algunos/as a cuestionar el estatus legal de la prostitución en este país, donde ofrecer servicios es ilegal, pero no lo es consumirlos.
Políticamente, el caso es relevante, puesto que el gobernador estuvo implicado en la desarticulación de una red parecida de prostitución en 2004 (en Staten Island) y su comportamiento implica una contradicción clara a los principios que él mismo defendía al conseguir la victoria gubernamental en 2006: promover elevados estándares éticos en el gobierno estatal. Citando a el New York Times:
Finalmente, a nivel moral, el senador está claramente cuestionado: utilizar los servicios de prostitución siendo un hombre casado con tres hijas es totalmente reprochable por el sistema de valores (cristianos) que funamenta la sociedad norteamericana.
Spitzer hizo ayer unas declaraciones públicas para disculpar su conducta, acompañado de su mujer que, pobre, hizo lo que pudo para aguantar la compostura, pero no pudo esconder su decepción (ver vídeo aquí). El gobernador enmarcó sus declaraciones en el contexto de un "tema privado", y presentó disculpas a su familia. No mostró tener ninguna intención de dimitir.
El hecho es que la dimisión del demócrata se considera prácticamente inminente por parte de los círculos políticos y los medios de comunicación, y seguramente no tardará en tener lugar. Ahora bien, cabe preguntarse desde un punto de vista objetivo, ¿hasta qué punto deben ser cuestiones de carácter personal, relativos a la vida íntima, cruciales en la vida política? Por mucho que los actos del gobernador nos parezcan reprochables y moralmente detestables, ¿debería ser sacrificado un político por sus preferencias sexuales o por la forma en que decide gastarse el dinero?
La intersección entre moral y política es siempre complicada, puesto que los régimenes políticos y los gobiernos se sustentan en valores morales, y los valores morales son más o menos garantizados, promovidos y legitimizados por los régimenes y los gobiernos. Cualquier individuo, en el momento en que pasan a formar parte de la esfera de lo político, deja de ser un personaje privados para formar parte de una estructura que está legitimizada y legitima valores morales. Así, la alegación a lo privado que utilizó Spitzer ayer, y con la cual intentará mantener su silla, tiene pocas probabilidades de funcionar. Quizás en otro estado, nación o régimen, sus acciones no serían políticamente condemnables. Pero "aquí y hoy" (como diría John Rawls), lo son.
El caso Spitzer conlleva consideraciones de tipo legal, político y moral. El gobernador no puede ser penalizado legalmente por haber "consumido" los servicios de la red de prostitución, pero sí por haber camuflado los gastos que iban asociados a este consumo. Esto lleva a algunos/as a cuestionar el estatus legal de la prostitución en este país, donde ofrecer servicios es ilegal, pero no lo es consumirlos.
Políticamente, el caso es relevante, puesto que el gobernador estuvo implicado en la desarticulación de una red parecida de prostitución en 2004 (en Staten Island) y su comportamiento implica una contradicción clara a los principios que él mismo defendía al conseguir la victoria gubernamental en 2006: promover elevados estándares éticos en el gobierno estatal. Citando a el New York Times:
Mr. Spitzer was elected in a landslide in 2006, capitalizing on his popularity he won as the “Sheriff of Wall Street” during eight years as attorney general. With a reputation for personal probity and independence, he pledged to bring higher ethical standards to the statehouse.
Finalmente, a nivel moral, el senador está claramente cuestionado: utilizar los servicios de prostitución siendo un hombre casado con tres hijas es totalmente reprochable por el sistema de valores (cristianos) que funamenta la sociedad norteamericana.
Spitzer hizo ayer unas declaraciones públicas para disculpar su conducta, acompañado de su mujer que, pobre, hizo lo que pudo para aguantar la compostura, pero no pudo esconder su decepción (ver vídeo aquí). El gobernador enmarcó sus declaraciones en el contexto de un "tema privado", y presentó disculpas a su familia. No mostró tener ninguna intención de dimitir.
El hecho es que la dimisión del demócrata se considera prácticamente inminente por parte de los círculos políticos y los medios de comunicación, y seguramente no tardará en tener lugar. Ahora bien, cabe preguntarse desde un punto de vista objetivo, ¿hasta qué punto deben ser cuestiones de carácter personal, relativos a la vida íntima, cruciales en la vida política? Por mucho que los actos del gobernador nos parezcan reprochables y moralmente detestables, ¿debería ser sacrificado un político por sus preferencias sexuales o por la forma en que decide gastarse el dinero?
La intersección entre moral y política es siempre complicada, puesto que los régimenes políticos y los gobiernos se sustentan en valores morales, y los valores morales son más o menos garantizados, promovidos y legitimizados por los régimenes y los gobiernos. Cualquier individuo, en el momento en que pasan a formar parte de la esfera de lo político, deja de ser un personaje privados para formar parte de una estructura que está legitimizada y legitima valores morales. Así, la alegación a lo privado que utilizó Spitzer ayer, y con la cual intentará mantener su silla, tiene pocas probabilidades de funcionar. Quizás en otro estado, nación o régimen, sus acciones no serían políticamente condemnables. Pero "aquí y hoy" (como diría John Rawls), lo son.
Etiquetas: amerika, politica, teoria politica
Una simpatica interpretación económica de lo sucedido con el Gobernador de Nueva York y cómo decidió fijar el precio de la "acompañante rubia pequeñita" (4200$ la noche).
¡Las leyes del mercado en pleno funcionamiento!
Personalmente, no lo veo tanto un problema moral o de que deba dimitir "por sus preferencias sexuales o por la forma en que decide gastarse el dinero". Lo que me preguntaria si fuera votante del estado de NY es: como me voy a fiar yo de este hombre si no se puede fiar de el ni la persona con la que eligio compartir su vida? No es un tema de sexo, es un tema de enganyo y mentira.
Pues en general el tema es fácil.
Si un político que accede a un cargo electo, fundamenta su campaña electoral abrazando manifiestamente determinados valores morales (cuestionables o no), y luego en el ejercicio de ese cargo, no es consecuente con dichos valores en su vida privada, debe dimitir por defraudar a sus electores.