Últimamente, tanto los medios de comunicación como algunos líderes políticos parecen estar preocupados por la penosa imagen que el Congreso de los Diputados ofrece cuando su hemiciclo se vacía durante los debates parlamentarios. Es posible que esta situación responda al descuido o pereza de nuestros representantes, pero también merece la pena destacar que nuestro sistema electoral no ofrece a los parlamentarios demasiados incentivos a participar en las sesiones plenarias. El origen del problema proviene de la fórmula de listas cerradas y bloqueadas que impide a los votantes alterar el orden de los candidatos según su valía o esfuerzo. En consecuencia, los ciudadanos, cuando votamos, sólo nos fijamos en las siglas nuestras papeletas sin prestar mucha atención a nombres que aparecen en las listas de nuestra circunscripción.
En general, pues, los ciudadanos evaluamos la tarea realizada por el conjunto del grupo parlamentario sin discriminar lo que aporta cada uno de los miembros que lo componen. Debido a ello, los parlamentarios tienen fuertes incentivos a aprovecharse del esfuerzo ajeno: éstos prefieren que otros llenen el aforo del Congreso mientras ellos dedican ese tiempo a otras tareas de más provecho. Pero como todos los diputados se mueven por este mismo incentivo, el resultado inevitable es la abundancia de escaños vacíos.
En otros países como Estados Unidos y el Reino Unido, el sistema electoral ofrece mayores incentivos a los parlamentarios para que se tomen en serio la imagen que éstos trasmiten a la opinión pública. En estos países, los diputados y senadores no pueden refugiarse en el anonimato de las listas cerradas y bloqueadas, sino que deben presentarse como únicos candidatos de la circunscripción. Eso les obliga a rendir cuentas ante su distrito de su tarea como parlamentarios. En esos contextos, un senador o congresista americano que vota en contra de los intereses de su región o que desatiende en exceso su tarea legislativa se arriesga a que los medios de comunicación de ámbito regional y los candidatos rivales lo aprovechen durante la campaña electoral para poner en cuestión su valía política. Sin duda, la amenaza a perder su acta de diputado representa para la mayoría un poderoso incentivo a evitar las tentaciones a escaquearse de sus tareas.
Una cuestión más bien estética
No hay duda de que el Congreso transmite una imagen inadecuada cuando su aforo queda vacío durante los debates parlamentarios. Pero tampoco debemos inferir de este hecho que nuestros representantes no trabajen en absoluto. En una encuesta efectuada por el CIS, se pedía a los diputados del Congreso que especificaran qué actividades desarrollaban como parlamentarios y qué porcentaje de tiempo dedicaban a cada una de esas tareas. Según los datos de la encuesta, la asistencia a los plenos y preparación de las intervenciones parlamentarias representa apenas una cuarta parte del total de su dedicación como diputados. Éstos dedican la mayor parte de su tiempo a la preparación del trabajo que llega a los plenos y a la atención de las demandas de los ciudadanos.
En efecto, la mayor parte de la actividad profesional de los diputados tiene lugar fuera del pleno. Además, debido a la rigurosa disciplina de voto en nuestro país, las sesiones plenarias constituyen más bien un trámite formal donde los diputados se limitan a escuchar y a seguir las indicaciones del portavoz parlamentario. Una vez sentados en sus escaños, a los diputados sólo se les exige tener la capacidad visual de discriminar entre el rojo y el verde y la capacidad motriz de pulsar un botón.
No soy muy entendido en Estadistica que digamos pero % del tiempo no deberia sumar 100? segun la grafica de arriba suma 101.4
Salu2
nuestro sistema electoral no ofrece a los parlamentarios demasiados incentivos a participar en las sesiones plenarias
Aparte de que forma parte de su trabajo, quieres decir?
Lo siento pero no es sólamente una cuestión de estética. En cualquier trabajo que implique tener que mantener reuniones, sean internas, sean con terceras partes, cuando estás convocado a una reunión tienes que acudir, o justificar MUY BIEN el por qué de tu no asistencia. Y el trabajo que quede aparte de las reuniones se tiene que hacer también.
No me vale la excusa "no voy porque estoy en mi despacho trabajando": Su trabajo, en el momento en que está convocada una reunión plenaria, y salvo casos de baja laboral o de que esté dispensado por motivos oficiales (por formar parte de una comisión o delegación enviada afuera en representación del Congreso), es estar en el Plenario, y votar lo que se tercie.
Y además, si efectivamente tan poco tiempo relativo supone, no debería serles tan problematico cuadrar agendas, no?
Esta semana escuchaba en la radio a una ministra defenderse del tema de las listas cerradas diciendo que si fueran abiertas, solo los que tienen el dinero para hacer una campaña personal podrían ser candidatos. ¿Es totalmente cierto esto? ¿Es así donde hay listas abiertas?
Xtian, suma 101 y no 100% por los redondeos.
nuestro sistema electoral no ofrece a los parlamentarios demasiados incentivos a participar en las sesiones plenarias
Sota: Aparte de que forma parte de su trabajo, quieres decir?
Eso no es precisamente un incentivo, que se diga. Podría ser, si acaso, un imperativo (si ser político fuera un trabajo de verdad).
Esta semana escuchaba en la radio a una ministra defenderse del tema de las listas cerradas diciendo que si fueran abiertas, solo los que tienen el dinero para hacer una campaña personal podrían ser candidatos
La verdad es que no saben cómo defender lo indefendible. Ésa es nueva, no la había oído todavía. Me la apunto.
Gracias Alex! :-)
"Una vez sentados en sus escaños, a los diputados sólo se les exige tener la capacidad visual de discriminar entre el rojo y el verde (..)"
de esto deducimos que no hay muchos diputados Daltonicos no?
salu2
Bueno sota, no estaba justificando la actitud de los diputados; simplemente proponía una explicación. Deberían ir, pero la estructura de incentivos (tanto intrinsicos como extrincicos) no ayuda mucho. Esa era la idea.
alberto, buena pregunta. No tengo ni idea; así que no me mojo.