Los socialistas catalanes no siempre han sido capaces de rentabilizar sus triunfos electorales a la hora de negociar con el PSOE su influencia en la política española. Un ejemplo de ello es la infrarepresentación de los socialistas catalanes en los Gobiernos del PSOE desde la llegada de Felipe González a la Moncloa en 1982. Al PSC, tanto por el peso demográfico de Cataluña como por su importante contribución a las victorias del PSOE, le correspondería una cuota de tres miembros en el Consejo de Ministros. Cataluña representa alrededor del 15 por ciento de la población española y suele aportar también en torno al 14-15 por ciento del total de los votos del PSOE. Sin embargo, en escasas ocasiones han conseguido alcanzar ese porcentaje en el Consejo de Ministros. Sólo en algunos años de la segunda legislatura (Ernest Lluch, Narcís Serra y Joan Majó) y de la cuarta (Narcís Serra, Jordi Solé-Tura y Josep Borrell) se alcanzó esta cuota de tres ministros en el gobierno (que equivale al 14-15% del Consejo de Ministros). Ciertamente, Cataluña no sólo incurre en un saldo negativo en las balanzas fiscales, sino que tampoco sale del todo bien parada de las "balanzas de carteras ministeriales".
Los excelentes resultados que el PSC obtuvo en las pasadas elecciones del 9M acentúan este agravio y han tensado algo más las relaciones con sus socios en Madrid. Una reciente encuesta de El Periódico de Cataluña parece confirmar que la mayoría de los catalanes (53%) considera que el PSC no tiene suficiente influencia en el Gobierno español y preferiría que los socialistas catalanes tuvieran un grupo parlamentario propio en el Congreso de los Diputados (59,1%). Parece que los catalanes desean un PSC parecido al de las dos primeras legislaturas (1977-1982) cuando éste gozaba de un grupo parlamentario distinto al del PSOE. Poca duda cabe de que un grupo socialista catalán en el Congreso permitiría al PSC tener mayor visibilidad e influencia en la política española de la que gozan en la actualidad.
Los excelentes resultados que el PSC obtuvo en las pasadas elecciones del 9M acentúan este agravio y han tensado algo más las relaciones con sus socios en Madrid. Una reciente encuesta de El Periódico de Cataluña parece confirmar que la mayoría de los catalanes (53%) considera que el PSC no tiene suficiente influencia en el Gobierno español y preferiría que los socialistas catalanes tuvieran un grupo parlamentario propio en el Congreso de los Diputados (59,1%). Parece que los catalanes desean un PSC parecido al de las dos primeras legislaturas (1977-1982) cuando éste gozaba de un grupo parlamentario distinto al del PSOE. Poca duda cabe de que un grupo socialista catalán en el Congreso permitiría al PSC tener mayor visibilidad e influencia en la política española de la que gozan en la actualidad.
Ante este clima, ¿por qué el PSOE no premia con más entusiasmo la notable aportación del PSC a sus victorias electorales? Sin duda esto ayudaría a calmar este clima de tensión entre ambas formaciones. Pero, para muchos dirigentes del PSOE, su respuesta es negar la mayor: el éxito de los socialistas en Cataluña no es del PSC sino que se debe principalmente al poder de atracción del PSOE. Así lo hacía constar la semana pasada el presidente del Congreso, José Bono, asegurando que "todos los diputados socialistas saben que ha pesado más en el voto ciudadano el liderazgo de Zapatero que el de cualquier dirigente regional del PSOE". La paternidad de los buenos resultados del PSC-PSOE en Cataluña son claves para determinar el poder negociador del PSC. Como no puede ser de otra forma, los socialistas catalanes se otorgan el mérito y exigen un mayor peso político en esta nueva legislatura. Hay buenos argumentos para pensar que el PSC ha cosechado su propia fortuna. La campaña electoral diseñada por los socialistas catalanes durante las pasadas elecciones fue hábil y eficaz. El PSC supo aprovechar con sumo acierto el sentimiento anti-PP instalado en la sociedad catalana con lemas como "si tú no vas, ellos vuelven" o la famosa imagen de una matriuska de Rajoy en la que se mostraba a Aznar como el verdadero poder fáctico dentro del PP. Así, la campaña electoral del PSC fue particularmente hábil en captar a votantes de IC-IU e incluso de partidos nacionalistas temerosos de una posible vuelta de los populares a la Moncloa.
No obstante, sin quitar mérito a la exitosa campaña del PSC en las pasadas elecciones, los datos parecen más consistentes con la idea de que la marca "PSOE" es esencial para los buenos resultados del PSC en las elecciones generales. Una simple comparación del voto socialista entre las elecciones autonómicas y las generales nos da buena cuenta de ello. El PSC cosecha sistemáticamente unos resultados manifiestamente peores en las contiendas electorales catalanas que en las de ámbito nacional. Aunque durante el liderazgo de Maragall las distancias se recortaron, el PSC obtiene de media casi 9 puntos porcentuales más en las elecciones al Congreso de los Diputados. Es decir, el PSC es más fuerte electoralmente cuando las caras visibles de las elecciones son los líderes del PSOE. Además, esta tendencia parece haberse agudizado en los últimos años, pues el PSC no deja de perder votos en las autonómicas mientras que gana cada vez con más holgura en las generales.
No obstante, sin quitar mérito a la exitosa campaña del PSC en las pasadas elecciones, los datos parecen más consistentes con la idea de que la marca "PSOE" es esencial para los buenos resultados del PSC en las elecciones generales. Una simple comparación del voto socialista entre las elecciones autonómicas y las generales nos da buena cuenta de ello. El PSC cosecha sistemáticamente unos resultados manifiestamente peores en las contiendas electorales catalanas que en las de ámbito nacional. Aunque durante el liderazgo de Maragall las distancias se recortaron, el PSC obtiene de media casi 9 puntos porcentuales más en las elecciones al Congreso de los Diputados. Es decir, el PSC es más fuerte electoralmente cuando las caras visibles de las elecciones son los líderes del PSOE. Además, esta tendencia parece haberse agudizado en los últimos años, pues el PSC no deja de perder votos en las autonómicas mientras que gana cada vez con más holgura en las generales.
Este mayor atractivo del PSC en las elecciones generales se debe principalmente a dos factores: (i) muchos votantes socialistas prefieren que el PSOE gobierne España pero que CiU lo haga en Cataluña y (ii) muchos votantes socialistas de la periferia de Barcelona sólo acuden a las urnas en las elecciones generales cuando el PSOE es la marca más visible.
José Bono y otros dirigentes del PSOE recurren a este argumento para asegurar que es Zapatero (y no Montilla o Chacón) el responsable del éxito socialista en Cataluña. Quizás los mismos diputados del PSC son conscientes de ello. Y quizás este sea el motivo por el que sus amenazas de romper con la disciplina de voto en el Congreso o crear un grupo parlamentario propio se perciban casi siempre como faroles de escasa credibilidad.
Zapatero fue, con diferencia, el más aplaudido de todos en los dos mítines de campaña de Barcelona, no hace falta ninguna regresión para detectar un tema de acción colectiva que por otro lado saebmos ya hace años con el tema de la abstención diferencial. Por otro lado la campaña fue exitosa pero hecha en visión española, un elemento que fortalece tu argumento para que los líderes de PSOE le pidan al PSC que si hubieran actuado en visión únicamente catalana el resultado sería otro.
Otro tema a tener en cuenta es que en el PSOE culpan al PSC de restar votos del PSOE, especialmente por todo el proceso del Estatut.