Hola. Esto es una carta que escribí para un periódico. Estoy muy triste por lo de los fuegos, y espero que la policía griega llegue a determinar si los están provocados o no (parece que lo primero es lo mas probable) y que se haga lo necesario para detener y castigar a los culpables.
El pasado mes de julio tuve la ocasión de trabajar para la Fundación
Kokkalis en una escuela de verano localizada en Olympia, en el oeste del
Peloponeso. Ya había visitado Grecia en el pasado, pero
esta vez pude conocer en profundidad la magnífica península sureña,
lo cual fue mas que un privilegio. En dos semanas de estancia, tuve
tiempo de conocer una cara diferente del país que se ha hecho famoso
por sus restos arqueológicos y las preciosas islas del Egeo, pero no
tanto por la belleza de su paisaje mediterráneo -que constituía a
día de ayer todo un paraíso natural. Hoy se me caen las lágrimas al
leer lo que les está ocurriendo a los bosques vírgenes que rodeaban
nuestro hotel olímpico. Y mis lágrimas transmiten no sólo la pena de
lo perdido ahí, que es mucho: algo mas personal se quema junto
aquellos árboles y aldeas. Cuando paseaba por Elis o Arcadia, y veía
aquel paisaje, pensaba que aquello debía ser la imagen de lo que fue
mi Vallès natal hace unos cien años, antes que lo destruyera la
especulación inmobiliaria, el crecimiento insostenible (e
insostenido), y los desoladores proyectos viales. En el fondo, sentía
que en aquel lugar podía vivir lo que la inconsciencia, el despilfarro
y la brutalidad humana me habían privado de hacerlo en nuestra tierra.
Ahora me duele saber que probablemente el mismo triste destino depara a
los vecinos griegos, y que queda en Europa un paraíso menos donde poder
ir a reencontrarnos.
Etiquetas: medio ambiente
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