Así empezaban todos los tratados y editoriales de hace un siglo, al adentrarse en las raíces y soluciones para el así llamado "problema judío" (sic). En Europa no estamos demasiado acostumbrados a pensar al respecto, más allá del superficial análisis que hacemos del conflicto israelopalestino, donde claramente creemos ver unos buenos machacados y unos inmisericordes opresores. Pero es un tema en el que tenemos que autoflagelarnos y reflexionar mucho, pienso. Especialmente en dos puntos.
El primero de ellos es nuestra relación con las religiones (especialmente la gente situada a la izquierda). En el fondo de nuestro yo puede que emerga un resentimiento laico irracional cuando vemos a esos tipos de traje negro, gorro de ala ancha plana y barbas y tirabuzones. O a otros estudiantes con la kipá judía en clase. Puede que en seguida inundemos ese sentimiento de racionalidad sana y tolerancia. Puede que no. Y puede que sintamos lo mismo al ver un par de jóvenes testigos de Jehová, atractivos (¿por qué siempre lo son?), paseando por la calle en sus inmaculados trajes. O a unas monjas en el metro. Al final, se trata de lo mal preparada que ha quedado la izquierda en Europa para relacionarse con las comunidades más religiosas. Tal vez consecuencia de las muchas magulladuras que ambos bloques se infringieron en la primera mitad del pasado siglo. Pero merece una reflexión por nuestra parte.
El segundo punto, que hay que diferenciar del primero, es nuestra visión del propio Estado de Israel. Existe una especie de pecado original en los israelies, creemos, por invadir y ocupar los territorios palestinos, contradiciendo el mandato de Naciones Unidas. Todo lo que le sigue (los atentados, las matanzas, el mismo terrorismo) es la consecuencia de tan nefasta acción. Tenemos más presente la ilegitimidad de Israel sobre esos territorios que el hecho de que, repetidas veces, se intentara destruir ese país en sentido literal. Si la sociedad israelí está militarizada, será por la constante presión histórica a la que ha sido sometida en las últimas cinco décadas. Y, por supuesto, en el proceso han tomado algunas decisiones correctas y muchas erróneas.
Esto es altamente impopular decirlo en Europa, pero en España gusta decir que si la democracia estadounidense quedó seriamente dañada y recortada después de un sólo atentado terrorista (11S), y no podríamos imaginar cómo hubiera quedado tras la avalancha de atentados diarios de ETA durante los 1980. Imaginémonos nuestro infierno terrorista magnificado allá, y lo sorprendente es que exista algo parecido a una democracia en Israel.
Deberíamos reflexionar más sobre este polémico asunto. No hemos hecho más que empezar.
El primero de ellos es nuestra relación con las religiones (especialmente la gente situada a la izquierda). En el fondo de nuestro yo puede que emerga un resentimiento laico irracional cuando vemos a esos tipos de traje negro, gorro de ala ancha plana y barbas y tirabuzones. O a otros estudiantes con la kipá judía en clase. Puede que en seguida inundemos ese sentimiento de racionalidad sana y tolerancia. Puede que no. Y puede que sintamos lo mismo al ver un par de jóvenes testigos de Jehová, atractivos (¿por qué siempre lo son?), paseando por la calle en sus inmaculados trajes. O a unas monjas en el metro. Al final, se trata de lo mal preparada que ha quedado la izquierda en Europa para relacionarse con las comunidades más religiosas. Tal vez consecuencia de las muchas magulladuras que ambos bloques se infringieron en la primera mitad del pasado siglo. Pero merece una reflexión por nuestra parte.
El segundo punto, que hay que diferenciar del primero, es nuestra visión del propio Estado de Israel. Existe una especie de pecado original en los israelies, creemos, por invadir y ocupar los territorios palestinos, contradiciendo el mandato de Naciones Unidas. Todo lo que le sigue (los atentados, las matanzas, el mismo terrorismo) es la consecuencia de tan nefasta acción. Tenemos más presente la ilegitimidad de Israel sobre esos territorios que el hecho de que, repetidas veces, se intentara destruir ese país en sentido literal. Si la sociedad israelí está militarizada, será por la constante presión histórica a la que ha sido sometida en las últimas cinco décadas. Y, por supuesto, en el proceso han tomado algunas decisiones correctas y muchas erróneas.
Esto es altamente impopular decirlo en Europa, pero en España gusta decir que si la democracia estadounidense quedó seriamente dañada y recortada después de un sólo atentado terrorista (11S), y no podríamos imaginar cómo hubiera quedado tras la avalancha de atentados diarios de ETA durante los 1980. Imaginémonos nuestro infierno terrorista magnificado allá, y lo sorprendente es que exista algo parecido a una democracia en Israel.
Deberíamos reflexionar más sobre este polémico asunto. No hemos hecho más que empezar.
hmmm, ok pero ten en cuenta que deberías decir "israelí" no "israelita". Los primeros son los habitantes del actual estado de Israel. Los segundos los descendientes de Israel (aka Jacob), uno de los patriarcas del Antiguo Testamento.
A parte de eso, lo que siempre me ha molestado es la razón religiosa por la que Israel está donde está: dios así lo quiso, entregó estas tierras a los descendientes de Abraham... en fin, que tal vez debería ponerme a escribir un poco y crear suficiente mitología y mis descendientes podrán, tal vez, acceder a un piso de protección oficial mínimamente digno...